jueves, 30 de mayo de 2013

¿Adónde queremos llegar?

La pregunta la formuló Scioli a los docentes por el motivo del paro. El tipo no entiende. El tipo pide que reflexionemos, que comprendamos los “esfuerzos” que “hacen”; que nos pongamos en el lugar de los padres que no saben adónde dejar a sus hijos si la escuela está cerrada -como si nosotros los docentes no fuéramos también padres, y haciendo recaer sobre nuestras cabezas también la responsabilidad de “cerrar la guardería”. Se victimiza y nos pone en el lugar de “malos”: nosotros somos los que no “queremos” dar clases. A nosotros es que no nos importa la educación. Y resulta que somos nosotros los que vaciamos las aulas.

El tema del “vaciamiento” es interesante porque es verdadero, pero no en la forma que ellos lo plantean. Nuestro sistema educativo lleva años de profunda crisis, de la que ningún gobierno se termina de hacer cargo. Crisis en la currícula, crisis con la matrícula, crisis con el ausentismo de profesores y alumnos, crisis en la formación de los docentes, crisis en la designación de los cargos, crisis en la función que cumple hoy la escuela.

¿Por qué se empeñan en defender siempre y a rajatabla la necesidad de cumplir los 180 días de clases? ¿Por qué no nos preguntamos qué es lo que pasa adentro de la escuela en esos  180 días?

En la escuela argentina hay vaciamiento de muchas cosas, desde hace mucho tiempo, y ese vacío no tiene que ver con que estén o no los chicos en las aulas.
Lo importante es preguntarse qué hacemos en esas aulas (o que es lo que podemos hacer), lo importante es preguntarse cómo están esos chicos y profesores, qué necesitamos, y qué necesita la escuela como institución.

¿Adónde queremos llegar?

Esa es una buena pregunta que el gobernador lanzó casi sin darse cuenta de la profundidad que dicho interrogante encerraba. Es una pregunta meta. Es una pregunta-objetivo. Nos marca el rumbo y nos anima a pensar: ¿por qué hacemos lo que hacemos? ¿qué queremos conseguir? ¿qué anhelamos?

Bueno… lo del sueldo a esta altura es un detalle -importante- pero no es lo único. Por su puesto que pagar mal, ningunearnos, y administrar unas migajas en tres tramos “porque no hay tanta inflación” es un atropello. Realizar convocatorias y luego decir que no pueden ofrecer nada, también es humillante. Y decir que somos “irracionales”, tratarnos de caprichosos, de “locos”, es desconocer nuestra tarea y nuestra situación. Pero el paro –un derecho con el que cuenta el trabajador- también tiene que ver con otros pedidos y otros hartazgos: pedido de la quita de los topes para cobrar salarios (un docente que cobra 4 mil pesos ya “pierde” el derecho de cobrar salario por hijo. Se supone que alcanza…); el pedido de la suba para aplicar el impuesto a las ganancias (¿cobrar 6 mil, 7 mil pesos ya es ser rico) y el pedido  de la inversión de obras en escuelas, en las que se dictan clases en condiciones muy poco deseables, son algunas de las otras razones por las que se protesta y se hace huelga.

Por su puesto, el paro no es –ni debe ser- la única forma válida de hacer reclamos, y como docentes debemos pensar también en otras alternativas creativas y productivas para la sociedad en la que trabajamos.
La información y la difusión de las razones verdaderas que nos mueven, puede ser una, pues sabemos que los medios operan a favor de ellos y desinforman a la gente que no está al tanto de cómo son las cosas realmente.
La escuela no es –ni debe ser- un problema de los docentes solamente. Es un problema de todos.

¿Adónde queremos llegar?


Es una pregunta para hacerse siempre, pensar y obrar en consecuencia.

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