La pregunta la
formuló Scioli a los docentes por el motivo del paro. El tipo no entiende. El
tipo pide que reflexionemos, que comprendamos los “esfuerzos” que “hacen”; que
nos pongamos en el lugar de los padres que no saben adónde dejar a sus hijos si
la escuela está cerrada -como si nosotros los docentes no fuéramos también
padres, y haciendo recaer sobre nuestras cabezas también la responsabilidad de
“cerrar la guardería”. Se victimiza y nos pone en el lugar de “malos”: nosotros
somos los que no “queremos” dar clases. A nosotros es que no nos importa la
educación. Y resulta que somos nosotros los que vaciamos las aulas.
El tema del
“vaciamiento” es interesante porque es verdadero, pero no en la forma que ellos
lo plantean. Nuestro sistema educativo lleva años de profunda crisis, de la que
ningún gobierno se termina de hacer cargo. Crisis en la currícula, crisis con
la matrícula, crisis con el ausentismo de profesores y alumnos, crisis en la
formación de los docentes, crisis en la designación de los cargos, crisis en la
función que cumple hoy la escuela.
¿Por qué se
empeñan en defender siempre y a rajatabla la necesidad de cumplir los 180 días
de clases? ¿Por qué no nos preguntamos qué es lo que pasa adentro de la escuela
en esos 180 días?
En la escuela
argentina hay vaciamiento de muchas cosas, desde hace mucho tiempo, y ese vacío
no tiene que ver con que estén o no los chicos en las aulas.
Lo importante es preguntarse qué
hacemos en esas aulas (o que es lo que podemos hacer), lo importante es
preguntarse cómo están esos chicos y profesores, qué necesitamos, y qué
necesita la escuela como institución.
¿Adónde queremos llegar?
Esa es una
buena pregunta que el gobernador lanzó casi sin darse cuenta de la profundidad
que dicho interrogante encerraba. Es una pregunta meta. Es una pregunta-objetivo.
Nos marca el rumbo y nos anima a pensar: ¿por qué hacemos lo que hacemos? ¿qué
queremos conseguir? ¿qué anhelamos?
Bueno… lo del
sueldo a esta altura es un detalle -importante- pero no es lo único. Por su
puesto que pagar mal, ningunearnos, y administrar unas migajas en tres tramos
“porque no hay tanta inflación” es un atropello. Realizar convocatorias y luego
decir que no pueden ofrecer nada, también es humillante. Y decir que somos “irracionales”,
tratarnos de caprichosos, de “locos”, es desconocer nuestra tarea y nuestra
situación. Pero el paro –un derecho con el que cuenta el trabajador- también
tiene que ver con otros pedidos y otros hartazgos: pedido de la quita de los
topes para cobrar salarios (un docente que cobra 4 mil pesos ya “pierde” el
derecho de cobrar salario por hijo. Se supone que alcanza…); el pedido de la
suba para aplicar el impuesto a las ganancias (¿cobrar 6 mil, 7 mil pesos ya es
ser rico) y el pedido de la inversión de
obras en escuelas, en las que se dictan clases en condiciones muy poco
deseables, son algunas de las otras razones por las que se protesta y se hace
huelga.
Por su puesto,
el paro no es –ni debe ser- la única forma válida de hacer reclamos, y como
docentes debemos pensar también en otras alternativas creativas y productivas
para la sociedad en la que trabajamos.
La información
y la difusión de las razones verdaderas que nos mueven, puede ser una, pues
sabemos que los medios operan a favor de ellos y desinforman a la gente que no
está al tanto de cómo son las cosas realmente.
La escuela no es –ni debe ser- un
problema de los docentes solamente. Es un problema de todos.
¿Adónde queremos llegar?
Es una pregunta para hacerse
siempre, pensar y obrar en consecuencia.
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