No estés tanto encima de las cosas, porque se
pegotean. Te pegoteas a la cosa y entonces te volvés la cosa. No te conviene
porque entonces perdés identidad, y entonces la gente ya no te verá, sino que
verá a la cosa y no a ti, y esa no es una máscara que te convenga usar.
Las lombrices de Australia, llegan a medir
unos 2 metros
al cabo de cinco años y crecen tanto que ya no pueden salir a la superficie,
entonces se arrastran por cuevas subterráneas que cavan noche a noche y allí
mismo se alimentan y reproducen. Para reproducirse, se pegotean unas a otras:
juntan sus laterales y forman así una sola cosa que queda unida a través de un
líquido baboso que es despedido de sus fofos cuerpos. Quién lo pasa a quién es
indistinto, ya que estas lombrices son hermafroditas. Quedan pegadas por horas,
y luego cada una sigue su curso, pero ya nunca serán las mismas luego de
aquellos encuentros.
Si seguís así, es posible que dejes que la
cosa te succione tu esencia. Haceme caso, porque te miro y me parece que tu
mirada ya no es la tuya. No podés ser nunca el mismo cuando te dejás habitar.
Ahora, esto es cierto. Debés preguntarte: ¿es que ya no querés ser el mismo? En
ese caso podés mutar. Las cosas siempre mutan y vos también, pero yo hablo de
mudar, como las serpientes que cambian completamente su piel.
La renovación celular es completa. Cambian los
colores, y hasta a veces, la forma. Después de una muda radical, es posible que
el bicho ya no sea el mismo. El caso de las crisálidas no entra dentro de este
grupo de cambios.
Otra cosa es la adaptación. Cambiar para
sobrevivir. Metamorfosearse para parecer otra cosa y subsistir. Volverse otro.
Pero lo tuyo es más peligroso, porque la decisión no es genuina, no es
voluntaria. Vos sos arrastrado por eso, te dejas arrastrar. Y así te va. Y así,
se te va la vida. La perdés de vista, perdés la vista primero. Oíme, porque es
serio. Lo primero que ocurre es que mirás las cosas diferentes porque los ojos
ya no son los tuyos. Y esto es absolutamente conocido por todos. Ya sabemos lo
que le pasó a Jhon Malkovich... ¿o quieres ser...? ¿o acaso conoces a Joe
Black? Por favor, escuchame cuando te hablo. Después no digas que no te
advertí. ¡Es que sos tan babosa! Ahora que lo pienso, en tu naturaleza está eso
del pegoteo, que a veces adhiere tanto que termina arrancando la superficie que
es pegoteada. Te subís, lo copulás, te convertís, te volvés. Date cuenta. Esto
siempre te pasa. Dejás una parte de vos ahí, te vas dejando, hasta no ser. ¡Qué
peligro no ser! O tal vez ¿buscás eso? ¿Buscás eso? Pensalo bien, porque
entonces no hablo más. Pero la naturaleza está llena de ejemplos y me parece
que sos un poco inconsciente. ¿O me equivoco yo? A lo mejor me estoy
equivocando. Decime, porque tal vez yo ahora me esté metiendo tanto en tu vida,
que capaz esté olvidando la mía. Y mi esencia es distinta, porque yo no me meto
en donde no me llaman, sólo es que bueno... te vi ahi, tan compenetrada... es
que las desgastás a las cosas ¿vos te das cuenta? Como cuando usás mucho una
zapatilla o como cuando escuchás mucho una misma canción. Ni hablar cuando
decís “te quiero” o cuando evocás siempre el mismo recuerdo. Pierde efecto.
Todo pierde su gracia. Y que vos estés todo el día sobre la cosa, hace que te
pierdas, que eso te consuma. Hace que no seas, pero vos hacé como quieras, si
es que todavía podés elegir algo. La mayoría de las veces no se elige, se es ¿y
que se le va a hacer? Ya está. Se es. Como yo que soy, o como la planta que
crece arbitrariamente en mi jardín y sabe (o no) que es margarita y no desea
ser otra cosa, porque margarita nació y margarita va a morir aunque no sepa
(nunca lo sabrá) que se llama margarita, ni que es flor. Y la margarita no se
deja llevar por sentimientos tan vanos como la envidia, no mira al árbol y
dice: ¡quisiera ser el árbol! Porque no tiene pensamientos y porque no se puede
expresar (suerte). No tiene nada que pensar (suerte). Vive, y morirá cuando ya
no tenga más agua, o cuando sea quemada por el sol, o sea arrancada por una
mano violenta o enamorada o embarazada (es lo mismo) Es lo mismo para ella que
no decide nada, ni quien es, ni qué es. Vive y muere cuando tenga que morir.
Punto. Punto final para la margarita.
Pero ¿te das cuenta qué sabia? No se contagia,
no se vuelve jazmín por estarle cerca o encima. Otra cosa son las enredaderas,
pero fijate que sabias también: ¿la enredadera se vuelve pared por trepársele y
cubrirla? Sí ¡qué triste! Sí... porque la gente ya no ve la pared detrás de la
enredadera, sino que ve a la enredadera. ¿Ves lo que te digo? Hacé la prueba. Te
estoy poniendo muchos ejemplos. Pensalo, vos que podés pensar. Porque aunque a
veces es bueno no pensar, un poco es imposible, porque ya venimos con cerebro y
es medio inevitable no usarlo, para algo lo tenemos que usar, aunque viste que
dicen que sólo usamos un diez por ciento. Bueno, no es el punto ahora. No
importa cuánto, sino cómo, ¿no? ¿Vos para qué lo usás?
No hay comentarios:
Publicar un comentario