lunes, 25 de febrero de 2013

Morir de indignación



 (Este texto fue escrito en ocasión de la muerte de Jorge González Belo –un ser querido- quien el 22 de enero de 2013, falleció luego de que en su casa entraran cuatro delincuentes a robarles amenazándolos con armas. Jorge murió de un infarto, mientras los delincuentes los hostigaban. Nunca permitieron llamar a la ambulancia. No permitieron ayudarlo de ningún modo. Lo dejaron morir y luego huyeron con unas pocas cosas. La policía detuvo a dos menores: uno está en  prisión; el otro libre por tener 14 años. Aún se buscan a los otros dos)
 
 

 El vendaval pasó. La marea nos arrastró y nos dejó en orillas ajenas y extrañas. Despertamos y habíamos perdido a uno de los nuestros. Sólo se podía llorar. Pero después… después vino la reflexión y el pensamiento. El tocar fondo hizo que por fin pudiéramos hablar de ciertas cosas, y aquí estamos con el deber de preguntarnos ¿y ahora qué?
Soportamos la cruda tormenta con valentía y entereza. Cuando por fin pasó, aún teníamos fuerza para trabajar en la reconstrucción.
Los hechos injustos duelen hasta la médula y nos tocan el corazón. Pocas veces en la vida tenemos la oportunidad de tocarnos el corazón con la mano. Pocas veces en la vida tenemos la oportunidad de tener esta lucidez, una lucidez visceral que hace que todas las preguntas trascendentales se sucedan a la vez. Cuando la muerte se presenta con esa violencia, cuando se lleva la vida de alguien bueno e inocente, nos pone blanco sobre negro, y entonces nos obliga a hablar de lo innegable. Los miedos aparecen, los fantasmas. Todo se configura para hacernos la pregunta, para recordarnos la fragilidad y la finitud, para mostrarnos el reloj que se apaga.
Sólo en momentos como este -tan extremos, tan excepcionales- es posible hablar con sinceridad y escucharse. Sólo ahora se puede pensar que nada es gratuito y que a la vida –que parece ser un digno e inmerecido regalo- hay que ganársela y honrarla, y respetarla haciendo algo interesante con ella.
Cada uno se adormece en la burbuja que más le conviene habitar. Es entendible si se piensa en la crueldad del mundo y en la humana, pero estos días de tanta inmoralidad y desinterés, de tanta degradación e injusticia, también muestran su lado bueno: el de la amistad y la solidaridad.
No dejo de pensar en lo irreversible y lo mejorable. El pasado se va sepultando sus cosas, pero el presente es de hijos y de amigos, de vecinos y ciudadanos que sí quieren la paz y el bienestar. Esa es la parte esperanzadora. Esa es la parte que nos toca a todos, y nos compromete.
Hay mucho por hacer. Hay mucho por enmendar. Pero la revolución empieza por las pequeñas cosas.
Hay que actuar. Con energía. Hay que unirse con gente buena y sabia. Hay que ser cada día un poco mejores. Esa es la conquista. Es el compromiso que tenemos que asumir con nosotros mismos y con la sociedad. Ser más humanos, más solidarios, más amorosos. Sólo así podremos salvarnos de tanta miseria y corrupción. Esa es la lucha y el desafío: la permanencia, la rectitud y la perseverancia en el camino correcto.
Que cada uno use la herramienta que tiene y que domina para la promoción del cambio. Usemos nuestra vida para algo bueno. Despertemos del letargo. Empecemos con un movimiento chiquito pero constante e impulsivo, hasta que esto sea grande.
La vida es corta, intensa e impredecible. No hay tiempo para dejar para mañana. La hora es ahora.
Bienvenidas las ideas.

Mariela Anastasio
(en memoria de Jorge González Belo)
Febrero de 2013

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